jueves, 25 de agosto de 2016

Acoso callejero: edición oscura



La reciente concientización acerca de las implicaciones negativas del acoso callejero es un alivio para todos los individuos que lo hemos vivido. Así que aprovecharé este reconocimiento para traer a la luz el hecho de que cuando eres alternativo – seas hombre o mujer – este tipo de acoso también contaminará tu vida (y siendo fémina hasta te toca doble).

Una vez pasé entre dos muchachos y uno de ellos le dijo al otro: “Mira, ¿no quieres una gótica?”. Un día un vendedor me gritó “¡Inadaptada!” cuando me negué a acercarme a su puesto. Lo que más me ha tocado son personas que me dicen “metalera”, “gótica” o “qué viva el rock” cuando pasan junto a mí, como si esas expresiones fueran alguna clase de insulto o burla (que me digan “metalera” me parece tan ridículo como si me dijeran “humana”. O sea, ¿qué? ¿Me ofendo o qué hago?).

Gritarle ofensas y este tipo de comentarios socarrones a la gente en la calle es irrespetuoso y denigrante. Es como afirmar: “No estamos platicando, ni siquiera te conozco, pero mi opinión es importante, debes escucharla, todos deben escucharla, y ni me interesa lo que opines tú al respecto”. Es un acto de lo más impositivo, incluso cosificador porque te asignan el papel de objeto sobre el que se tiene el derecho de juzgar y definir, sin importar tus sentimientos ni nada de tu vida en particular.

Por el otro lado existen los comentarios o cumplidos tipo “qué padres están tus zapatos” o “qué bonito te vistes” y quienes sí buscan iniciar una conversación, respetando el derecho que tenemos todos de permanecer o no en ella. Tampoco se trata de no conocer gente en la calle si gustas de hacerlo, pero sí debemos respetar la valía de los demás como los seres humanos independientes, pensantes y con sentimientos que somos.

Decirle cosas a la gente sólo porque quiero y porque puedo es inmaduro. ¿Por qué se recurre a este tipo de ataques? ¿Para imponerse sobre los demás? ¿Para “dejar en claro” lo que es normal y lo que no? ¿Cómo mecanismo de defensa ante lo que no se conoce o comprende? ¿Por qué estás personas creen que cuentan con el poder de juzgar y etiquetar? Por cualquier motivo, el acoso callejero es inaceptable. A nadie le hace falta esa energía negativa paseándose por la calle y apropiándose de las personas.

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jueves, 11 de agosto de 2016

El patito negro y los patitos en la calle


Erase una vez un patito negro al que le gustaban Sisters of Mercy y las camisas de terciopelo.

Siempre que el patito negro salía a la calle los demás patitos reaccionaban a su apariencia. El asombro y la curiosidad de los demás eran tan habituales para el patito que a veces ya ni los notaba tanto. Pero no todas las respuestas pasaban desapercibidas, ni eran agradables.

En el transporte público a veces los patitos normales no querían sentarse junto a él, otros dudaban aceptar su dinero para pasárselo al chofer. Un par de patitas mayores habían llegado a persignarse al verlo. Algunas mamás apartaban a sus bebés pato del camino del patito negro, como si éste fuera a comérselos o algo parecido.

También cuando iba de compras lo trataban con cautela. A su novia – quien también es una patita negra – las vendedoras de maquillaje y joyería no la dejaban sola jamás, como asumiendo que de todos los clientes en la tienda ella era la más propensa a robarse todo.

El patito negro comprendía el temor de los demás patitos hacia lo desconocido, pero eso no quitaba lo molesto que podía ser que lo prejuzgaran inmediatamente como alguien malo, alguien que no merecía ni siquiera el beneficio de la duda. Sobre todo en la calle, donde todos eran igual de desconocidos.

El patito negro espera que algún día en el futuro todos los patitos vivan felices y en paz por siempre. Fin.

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 Los mini cuentos del patito negro son parte de mi proyecto anti-discriminación de personas alternativas. Si te interesa, da click aquí para ver el resto de los textos.