domingo, 8 de marzo de 2015

Pánico! en el Pepsi

Sábado 28 de febrero de 2015. Pepsi Center. 15:00 horas. Temperatura: 32° (según el metrobús). El sol: a toda potencia. Los números de plumón sobre las muñecas de los chavos llegan al 180 y tantos, más los que acabamos de llegar.

Entre los comentarios escuchados en el proceso de amistosidad casual que se genera en las esperas eternas, me entero que hay personas que están ahí desde las 6 de la mañana. Creo escuchar que alguien dijo desde las 5.

Playeras, collares y sudaderas me comprueban que los ahí presentes somos hijos de la adolescencia “emo”: My Chemical Romance, Fall Out Boy, Tokio Hotel. Ahora, a varios de ellos les gusta Bring Me The Horizon y Black Veil Brides.

En su mayoría somos mujeres, y mujeres… ¿cómo nos dicen luego? “Verticalmente desafiadas”. (“¡Sí! Al fin un concierto en el que podré ver algo”, confieso que pensé.) De ambos géneros vamos con vestimentas del negro al rosa – y atravesando toda una gama de colores cabelludos –. Me sentí vieja al caer en cuenta que, al menos en la pequeña muestra en la cual conviví, todos comentaron a qué carrera acaban de entrar o a cuál universidad se quieren ir. Y yo, repensando cómo planeo titularme.

Mientras desplegamos nuestros picnics improvisados con comida de tiendas de autoservicio (ya después recorriendo la fila, hasta el cadáver de un pollo rostizado encontramos), nuestros oídos fueron sorprendidos. De la nada, llegó hasta la fila la voz de Brendon Urie en la prueba de audio: “If you love me let me gooo!”. Todos gritaron y corrieron a pegar las orejas en las puertas de cristal del Pepsi. Esto también nos chismeó que tocarían Vegas Lights. La mayor de las sorpresas fue escuchar el ensayo de Bohemian Rhapsody de Queen. El corazón se me hizo chiquitito.

Después, nosotros nos convertimos en el entretenimiento. A eso de las 5 de la tarde nos pusieron a todos de pie y dieron las indicaciones de “boleto en mano y prohibida la entrada tanto con cámaras como con alimentos”. Nos zambutimos la boca con todo lo que traíamos. Las galletas fueron compartidas y la bolsa de Doritos circuló por todos lados con tal de que ya se acabara.

Y todo para nada, porque igual nos mantuvieron ahí afuera como otra hora más. El hombre detrás del altavoz contenía la risa cada 15 minutos que daba las mismas instrucciones a las que los hartos enfilados contestaban con un desesperado “¡Ya lo sabemooos!”.

El personal de seguridad en el acceso tampoco quiso quedarse atrás, así que les parecía gracioso acercarse a las puertas como si ya las fueran a abrir, para después alejarse y decirnos que “aún no” con el dedo. No supimos si reír o llorar, pero le echamos porras al poli para ver si accedía a liberarnos de nuestro sufrimiento.

La felicidad finalmente llegó como a las 6:15. En la entrada, un par de altísimas y delgadas edecanes regalaron bolsitas de Doritos Nacho. A mí me pareció un truco para que nos diera más sed de la que ya traíamos para terminar comprando algo de beber ahí dentro… porque eso fue exactamente lo que sucedió más tarde.

De manera casi imperceptible, la masa de humanitos se fue compactando cada vez más y más. Sin notarlo, ya estábamos todos pegados, acalorados y como dos metros más cerca del escenario.

Desde la primera fila apareció un globo azul para distraer la ansiosa desesperación de los apretujados. Después, brotó otro par de globos. Fue uno de esos extraños momentos de comunión entre desconocidos en el que las demandas de las personas de atrás – exigiendo que les aventaran el globo para allá – provocaron risas colectivas.

Cuando a eso de las 7 y algo salió La Vida Bohème a telonear, el ambiente se animó más, al principio como para seguirle la corriente al eufórico vocalista y guitarro principal. Debo confesar que han sido pocas las veces en las cuales una banda que abre me ha impactado (digo, me tocó ver a Moderatto en 2010 con Bon Jovi), pero en esta ocasión resultó totalmente acertada la elección de teloneros. La marea de General A terminó saltando y – según nosotros – coreando al ritmo de su prendido Indie Rock. La Vida Bohème llegó en un “¿cómo dicen que se llaman?” y se retiró con la impresión de “no pues sí están chidos, ¿eh?”.

Dentro del vaso mezclador se agregó el licor de la desesperación por ver a los ídolos de la pubertad más el jugo de la emoción rítmica acrecentada por La Vida Bohème. El resultado fue un cóctel de empujones masivos (provenientes, creímos, de aquellos que no llegaron temprano y buscaron acercarse más al escenario así, a la viva México). Y la flama que terminó por encender el tan anhelado trago, fue el momento en el que se apagaron las luces y entró Panic! at the Disco con Vegas Lights.

Los saltos, los alaridos y la emoción (de todos y mía) fueron abrumadores. Luché entre empujones y brazos que volaban para poder contemplar al fin tan cerca a el amor de mi vida mi músico favorito, Brendon Urie. Pero no todo pudo ser miel sobre hojuelas. Nunca me habían masacrado tanto en un concierto, ni siquiera cuando me aferré con mi vida a la valla para ver a Anthrax de frente. Todavía en Time to Dance y The Ballad of Mona Lisa no podía ver, ni cantar, ni respirar, ni sentir bien fijo el suelo bajo mis pies. Con todo el dolor de mi corazón decidí replegarme hacia un lugar en el cual el ímpetu de los más jóvenes no me sacara a golpes el aire de los pulmones.

Llegué a un lugar seguro justo a tiempo para The Only Difference Between Martyrdom is Press Coverage: la primera canción de su primer álbum, en la cual prometieron sacudirnos mientras prometiéramos escucharlos. Después, Let’s Kill Tonight reafirmó mi agradecimiento hacia mis pies que me sirvieron bien al salir de ese infierno en el cual me encontraba al inicio del show. (Si disculpan mis malas bromas de fan, o hasta les parecen simpáticas, me harán la niña más feliz del mundo.) Una gloriosa mujer que vendía refrescos apareció frente a mí como enviada por ángeles. Le compré un vaso de a litro de Fanta y no supe en qué momento se terminó.

Panic! nunca deja en el olvido a alguno de sus bebés; hubo representantes de sus cuatro discos. Girls/Girls/Boys, del más nuevo Too Weird to Live, Too Rare to Die!; Ready To Go (Get Me Ouf My Mind) de Vices & Virtues; Nicotine, igual del más reciente; New Perspective de la banda sonora de la película Jennifer’s Body (película que ni vi, pero canción que me marcó con profunda profundidad); But It’s Better If You Do de A Fever You Can’t Sweat Out… Viéndolo en retrospectiva, de Pretty. Odd. sólo tocaron Nine In The Afternoon. Tal vez les traiga malos recuerdos de esa época en la que Panic! se vio dividido en dos y el futuro de la agrupación se percibía incierto.

Casual Affair fue la menos coreada y se sintió como un brevísimo descanso a mitad de concierto. En Miss Jackson, cerca del final, hicieron su típica pausa dramática para que Brendon realizara su esperado mortal hacia atrás. “¿Crees que alguna vez no haya aterrizado bien haciendo eso?”, le preguntó la mujer junto a mí a su pareja. “Supongo que sí”, contestó él. “Espero que no”, pensé yo.

“Is this the real life, is this just fantasy?”; el corazón se me volvió a hacer todavía más chiquito. Bohemian Rhapsody es de esas canciones que todo mundo conoce aunque ni sepan cómo se llama, y que a todos les llega. Panic! tiene el hábito de tocar covers de Rock clásico en sus presentaciones, cualidad que a mis ojos los hace ver todavía más perfectos. La verdad, yo no esperaba que fueran a tocar la Rapsodia (claro, eso antes de escucharla en la prueba de sonido), pero en cuanto empezó le marqué a mi papá, el público tuvo un instante muy emotivo, y no le colgué hasta el último “Anyway the wind blows”. Mi papá es admirador de Queen, y si no fuera por su melomanía, probablemente yo no hubiera estado ahí en ese momento.

Para no darle tregua a nuestras emociones, siguieron con Lying Is The Most Fun a Girl Can Have Without Taking Her Clothes Off. Nuestros adolescentes corazones latieron rápido, rápido. Brendon es una persona de pocas palabras, al menos en concierto. Sólo alguna que otra vez se detuvo para agradecer nuestra presencia y enloquecido apoyo. Pero no hubo recompensa más cálida que ver su sonrisa cada vez que le prestó el micrófono al público y que el Pepsi le respondió cantando a la perfección sus canciones.

Siguió la romántica Collar Full (puse a mi novio al teléfono, insegura de si reconocería de qué canción se trataba) y “terminaron” con la última canción de su tercer disco: Nearly Witches (Ever Since We Met…), una de esas canciones que no a muchos emociona pero que a mí encanta por su concepto. Panic! salió del escenario, pero sabíamos que esto aún no terminaba porque: 1) No podían irse sin dar las gracias, o sea y 2) ¡falta el “hitazo”!

Las cosas se hacen en orden, por favor. Regresaron con la primera canción de su cuarto disco. “This is gospel for the fallen ones locked away in permanent slumber”. Todo un emotivo himno entre sus seguidores. A mí esa canción me arranca lágrimas y pude ver que, al menos, a la chica junto a mi lado, también.

Brendon volvió a dirigirse a nosotros para decir que no tenían planeado tocar lo que iban a tocar a continuación, pero que alguien les aventó esa playera y no pudieron evitarlo. Mostró a la audiencia una playera gris con letras negras que decía “Positive Hardcore Saturday” (hay que recordar que ese 28 fue sábado). “Ohportodosloscielos, ¡Síii!”, pensé (¿o grité?). “Positive Hardcore Thursday” es una broma de Brendon en Vine, en la cual los jueves declama bellos mensajes positivos con una agresiva voz gutural. No puedo plasmar en palabras la infinita alegría que me causó escuchar a mi grupo favorito interpretar mi género predilecto. Si escuchar a Panic! tocar Metal – y Metal del pesado – con Brendon cantando al estilo gutural de Philip Labonte de All That Remains, no te hace reconocer lo talentosos y polifacéticos que son estos muchachos, nada lo hará.

Y ahora sí, a terminar con el éxito que puso a Panic! en el mapa: I Write Sins Not Tragedies. Está de sobra decir que todo el recinto se sabía de memoria la letra, y que muchos de nosotros interpretamos la historia que narra, con declamaciones corporales y todo, al igual que Brendon. Fue como un viaje en el tiempo que no deseaba ver concluido.

Fue tan rápido y mi cerebro aún no asimilaba la experiencia. Eran las 9:30. Me alejé un poco del tumulto para hablarle por teléfono a mi familia. Les había dicho que pasaran a recogerme a las 10 y –lamentablemente – todo terminó antes de lo esperado. Contestó mi hermano: “¿Pues cuánto tiempo tocaron? ¿20 minutos?”, dijo con sarcasmo. “Casi. Tocaron hora y media. Yo quería que durara tres semanas”, le contesté.


Y así fue como me tomó una semana y un día redactar la crónica del concierto al que siempre soñé con asistir y al que sentí nunca le haría justicia con mis palabras.

jueves, 5 de marzo de 2015

Saca la mata

Ahora el festival de Metal mexicano en el que tu cabello es el boleto de entrada llega a Colombia con el nombre de 4 Extraños Fest. Aquí, el Hairfest apoya a los pequeñitos de Casa de La Amistad para Niños con Cáncer; allá, hará lo suyo para las mujeres de la Fundación Simmon.

Desde Brasil hasta Polonia, el Hairfest ha sido motivo de admiración. Y cuando no se escuchan más que malas noticias que pintan aún más profundo el agujero en el cual se encuentra el país, motiva saber que una noble iniciativa mexicana ha impactado – y lo sigue haciendo – en diversas partes del mundo.

El festival organizado por Ogilvy & Mather se ha ofrecido a cumplir su peludo objetivo en otros países debido a su rotundo éxito. La primera edición del Hairfest se llevó a cabo el 12 de abril del año pasado. Todavía no cumple ni un año de existir y ya es la idea más premiada de México en festivales de comunicación internacionales de 2014, y quizá en toda la historia de nuestro país. Tanto en el London International Awards como en el festival de creatividad de Cannes se reconoció que si de algo no carecemos los mexicanos, es de inventiva y buen corazón.

Sin duda alguna este acontecimiento también ha sido una prueba fehaciente de que esta subcultura está compuesta por personas igual de humanas que cualquiera, y no por puros satánicos-sacrifica-cabras – como a algunos les gusta creer –.

Es una verdadera lástima que esta noticia no reciba el seguimiento mediático que merece. Sí, en su momento las televisoras mexicanas dedicaron algunos segundos de su programación a este evento, el primero en su tipo en el mundo. Pero después, nada.

Bueno, ¿qué podía esperarse en un país en el cual se retrata a los metaleros (o cualquier tipo de persona diferente) como lo peor que pudo sucederle a sus padres? ¿No han visto esos episodios de La Rosa de Guadalupe? Son una joya.


Encore


Le mandamos todas las buenas vibras del mundo a Bruce Dickinson en su tratamiento contra el cáncer. Gracias a Eddie que fue descubierto a tiempo.