(Se me ocurrieron las mini-historias del patito negro como un medio para contar anécdotas que me han pasado a mí o a personas que conozco sin necesidad de echar de cabeza directamente a nadie, jaja. Las iré intercalando cada tanto entre las entradas de la no-discriminación a manera de ejemplos y pues, para que se diviertan con mis ideas ridículas, imaginando patitos góticos. A veces las cosas graciosas le dejan más huella a las personas.)
Erase una vez un
patito negro al que le gustaba Slayer y el mosh.
Un día, parte de la extensa familia del patito
negro decidió reunirse puesto que no solían verse muy seguido. Así fue como se
llevó a cabo una gran fiesta de patitos junto a un lejano estanque. El patito
negro se la pasó excelente ese día. Graznó con familiares a los cuales hace
siglos no veía y conoció a otros tantos con quienes jamás había convivido.
Días después, el patito negro se enteró de que su
abuelo pato por un momento se preocupó porque su nieto era de un color
diferente al de los demás; por un instante imaginó que podría andar en malos
pasos. El patito negro se sorprendió de esto, pues su abuelo lo trató con sumo
cariño y normalidad durante toda la reunión (nunca lo vio feo ni le preguntó
qué diablos con su vida).
Lo que le sorprendió aún más al patito fue que
cuando su abuelo le confesó su preocupación a un tío pato, éste le aseguro que
no tenía ab-so-lu-ta-men-te nada por qué acongojarse. Él mismo platicó montones
con el patito negro y, aunque no sabía sus razones para ser diferente, disfrutó
mucho conversar con él. Así fue como descubrió que ese patito rarito era en
realidad tan alegre y dedicado como podía serlo cualquier ave. Eso despejó las
dudas del abuelo pato.
Y entonces todos fueron felices. Fin.
Si
te interesa leer las demás entradas que he escrito en contra de la
discriminación de personas alternativas, da click aquí para revisar la lista
completa de textos.
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