viernes, 22 de abril de 2016

Rosas en la lluvia: Guns N’ Roses en México

La reunión de Guns N’ Roses es un sueño que miles de personas han tenido desde hace unos 23 años. A partir de las pláticas que tuvieron los miembros clásicos de la banda (sobre todo entre Axl Rose y Slash) y su inducción al Salón de la Fama del Rock and Roll, los fanáticos – y no tan fanáticos – del grupo al fin vieron posible el tan anhelado sueño. Un sueño cristalizado en la gira Not in this lifetime; un nombre bastante irónico para la ocasión.

La alineación de este tour está compuesta por tres de los miembros clásicos de Guns N’ Roses: Axl Rose en la voz, Slash en la guitarra principal y Duff McKagan en el bajo, con Richard Fortus en la segunda guitarra, Frank Ferrer en la batería, Melissa Reese en el sintetizador y Dizzy Reed en el teclado. Se entrevé que lo que la gente deseaba era ver junta de nuevo la mancuerna entre Axl y Slash, ya que en redes sociales hubo una avalancha de personas emocionadas por este reencuentro en contraste con una menor cantidad de entes decepcionadas de que este evento no contaría con Izzy Stradlin y Steven Adler (hasta ahora, porque ninguno de los dos ha dado un “no, nunca jamás” definitivo).

Los Ángeles, Las Vegas y el festival Coachella en Indio, California y ahora México serían los primeros testigos de este acontecimiento. Con dos llenos totales en el Foro Sol de la Ciudad de México, el 19 y 20 de abril se marcaron en el calendario como dos días altamente esperados.

                                                                    
20 de abril de 2016

Con un clima impredecible e indeciso entre el calor y la lluvia, llegó Guns N’ Roses a la capital mexicana. Emoción general por la reunión de los 3/5, cuestionamientos acerca del desempeño de Axl sobre el escenario (y sobre si llegaría temprano) y dudas acerca de la química del grupo actual fueron algunos de los sentimientos que caminaron entre una audiencia adolescente y adulta en su mayoría. Entre la tradicional mercancía no oficial, los impermeables-bolsa-de-plástico fueron de los souvenirs más buscados. El día anterior llovió durante la tarde-noche y el manto gris que cubría al cielo predecía que esta ocasión no sería muy diferente.

Alrededor de las 8:20 de la noche subió The Cult al escenario del Foro. Una elección más que acertada para una larga e intensa noche de leyendas del Hard Rock ochentero. Ante una audiencia de más o menos la mitad de la capacidad del recinto, The Cult interpretó temas clásicos como “Rain”, “She Sells Sanctuary” y “Fire Woman”, así como canciones de su más reciente álbum Hidden City, como “Hinterland” y “G O A T”.

La producción escénica sólo se valió de un juego sencillo de luces y de un fondo con las lilis blancas pertenecientes a la portada de Hidden City, pero la calidad del grupo se lució por sí misma. Era imposible no mover si quiera el pie al ritmo de su música. El vocalista Ian Astbury exudó energía sin parar: corriendo de aquí para allá, sacudiendo el micrófono, golpeando su pandero, tirando el micrófono y aventando su pandero. Con voz, saltos y gritos se encargó de mantener al público atento y de calentarlo para lo que venía.

En cuanto terminó the Cult a eso de las 9:00 comenzó una llovizna que no se detuvo por completo hasta más o menos dos horas después. Casi todos los puntitos negros contenidos en el foro se transformaron en fantasmas de plástico azules, grises, blancos, amarillos y naranjas. Casi todos porque hubo algunos distraídos que olvidaron con qué protegerse, y otros más que parecían disfrutar las lágrimas del cielo en sus rostros. De cualquier manera la inclemencia del clima no frenó la euforia de los “gunners” mexicanos.

En las pantallas del escenario se veía el emblema de las rosas y pistolas. De repente, apareció un anuncio parpadeante de luces de neón. Se trataba del mismo logo, pero “deconstruido”, apareciendo por partes. Surgieron flashazos de los cráneos estilo Appetite For Destruction que representaban a Axl, Slash y Duff.

Los espectadores estaban ya desesperados cuando media hora después por fin aconteció ese momento en el cual se apagan todas las luces y el corazón da un brinco. A pesar de la lluvia, miles de pantallas de celular iluminaron el lugar con su luz blanca (pero aguas, que Duff sí regaña a quienes se preocupan más por tomar fotos que por vivir el momento).

Sonó el tema de inicio de los Looney Tunes, o sea, el espectáculo que vendría sería una locura, todo menos algo serio. Poco a poco entre la oscuridad emergieron los ídolos de todos los presentes. Entre alaridos y devil horns, Guns N’ Roses comenzó con “It’s So Easy”.

Axl Rose, aún discapacitado debido al pie que se rompió durante su show en Los Ángeles, cantó sentado en un trono de guitarras (parecido al de Juego de Tronos, pero menos extravagante) prestado por Dave Grohl. El estilo no se pierde ante nada. La efusividad provocada por Slash era evidente. En cada solo, en cada momento que fue captado por las cámaras la gente pegó el grito al nublado cielo.

Se trató de un concierto extenso: un repertorio de 25 canciones clásicas, no tan clásicas y covers. Tuvo un tinte surreal ver a Duff McKagan y a Slash tocar “Chinese Democracy”, tema homónimo de un álbum criticado por su casi eterno retraso y por la variada e inestable alineación de la banda durante esa etapa. Fue sobrenatural observarlos ahora ser parte de aquello tras años de drama.

Las canciones más coreadas fueron (sorpresa, sorpresa) “Welcome to the Jungle”, “Sweet Child O’ Mine” y “Paradise City”. Las voces de los fans causaban un sobrecogimiento increíble. Escuchar a 26,000 almas cantar al unísono es una experiencia poco común y emocionante.

Entre los covers presentes en el setlist estuvieron “Live and Let Die” de Wings, “New Rose” de The Damned y “The Seeker” de The Who, por mencionar algunos. Y claro, “Knockin’ On Heaven’s Door” de Bob Dylan. Referencias y homenajes a los artistas que de alguna forma han sido parte de la tinta que escribe la historia de Guns N’ Roses.

“Mr. Brownstone”, “Estranged”, “Rocket Queen”, “You Could Be Mine”, “My Michelle”, las emotivas “November Rain” y “Don’t Cry”… Not in this lifetime es una gira que incluye temas de todos los álbumes y para todas las emociones que se busque provocar. La calidad y cantidad tuvieron palomita en su boleta de calificaciones. Este equipo de nuevos/viejos compañeros estuvo bien integrado. Las canciones sonaron como debían escucharse y tanto fans recientes como veteranos disfrutaron de cantarlas y bailarlas sin reserva.

Axl no bailó con sus característicos movimientos de serpiente debido a su lesión, pero el estar sentado le permitió enfocarse en su voz y acalló a los escépticos que ya no creían en su capacidad como frontman. Se trató de un concierto bastante callado entre los músicos. Axl Rose fue el único que habló, para presentar a los demás y para agradecerle al público en reiteradas ocasiones – en español – sus aplausos y su presencia. Pero cabe mencionar que entre la tríada no hubo interacción destacable.


“Paradise City”, la melodía perfecta para terminar. Su alegría y explosiva locura final la convierten en el broche de oro ideal. Con una pirotecnia espectacular en un cielo vigilado por la luna en su punto más alto fue como concluyó la rockera y húmeda velada. Pero sin duda los fuegos artificiales más impactantes fueron Axl Rose, Duff McKagan y Slash cantando juntos los coros de “Paradise City”, y el abrazo con el que le dieron las gracias a su público. Ahora sí que ningún conflicto dura para siempre, tampoco la lluvia de noviembre. Perdón, de abril.

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