La reunión de Guns N’ Roses es un sueño que miles de personas han tenido
desde hace unos 23 años. A partir de las pláticas que tuvieron los miembros
clásicos de la banda (sobre todo entre Axl Rose y Slash) y su inducción al Salón
de la Fama del Rock and Roll, los fanáticos – y no tan fanáticos – del grupo al
fin vieron posible el tan anhelado sueño. Un sueño cristalizado en la gira Not in this lifetime; un nombre bastante
irónico para la ocasión.
La alineación de este tour está compuesta por tres de los miembros clásicos de Guns N’
Roses: Axl Rose en la voz, Slash en la guitarra principal y Duff McKagan en el
bajo, con Richard Fortus en la segunda guitarra, Frank Ferrer en la batería,
Melissa Reese en el sintetizador y Dizzy Reed en el teclado. Se entrevé que lo
que la gente deseaba era ver junta de nuevo la mancuerna entre Axl y Slash, ya
que en redes sociales hubo una avalancha de personas emocionadas por este
reencuentro en contraste con una menor cantidad de entes decepcionadas de que
este evento no contaría con Izzy Stradlin y Steven Adler (hasta ahora, porque
ninguno de los dos ha dado un “no, nunca jamás” definitivo).
Los Ángeles, Las Vegas y el festival Coachella en
Indio, California y ahora México serían los primeros testigos de este
acontecimiento. Con dos llenos totales en el Foro Sol de la Ciudad de México,
el 19 y 20 de abril se marcaron en el calendario como dos días altamente
esperados.
20
de abril de 2016
Con un clima impredecible e indeciso entre el calor y la lluvia, llegó Guns
N’ Roses a la capital mexicana. Emoción general por la reunión de los 3/5,
cuestionamientos acerca del desempeño de Axl sobre el escenario (y sobre si
llegaría temprano) y dudas acerca de la química del grupo actual fueron algunos
de los sentimientos que caminaron entre una audiencia adolescente y adulta en
su mayoría. Entre la tradicional mercancía no oficial, los
impermeables-bolsa-de-plástico fueron de los souvenirs más buscados. El día anterior llovió durante la tarde-noche
y el manto gris que cubría al cielo predecía que esta ocasión no sería muy
diferente.
Alrededor de las 8:20 de la noche subió The Cult al
escenario del Foro. Una elección más que acertada para una larga e intensa
noche de leyendas del Hard Rock ochentero. Ante una audiencia de más o menos la
mitad de la capacidad del recinto, The Cult interpretó temas clásicos como “Rain”,
“She Sells Sanctuary” y “Fire Woman”, así como canciones de su más reciente
álbum Hidden City, como “Hinterland”
y “G O A T”.
La producción escénica sólo se valió de un juego
sencillo de luces y de un fondo con las lilis blancas pertenecientes a la
portada de Hidden City, pero la
calidad del grupo se lució por sí misma. Era imposible no
mover si quiera el pie al ritmo de su música. El vocalista Ian Astbury exudó
energía sin parar: corriendo de aquí para allá, sacudiendo el micrófono,
golpeando su pandero, tirando el micrófono y aventando su pandero. Con voz,
saltos y gritos se encargó de mantener al público atento y de calentarlo para
lo que venía.
En cuanto terminó the Cult a eso de las 9:00
comenzó una llovizna que no se detuvo por completo hasta más o menos dos horas
después. Casi todos los puntitos negros contenidos en el foro se transformaron
en fantasmas de plástico azules, grises, blancos, amarillos y naranjas. Casi
todos porque hubo algunos distraídos que olvidaron con qué protegerse, y otros
más que parecían disfrutar las lágrimas del cielo en sus rostros. De cualquier
manera la inclemencia del clima no frenó la euforia de los “gunners” mexicanos.
En las pantallas del escenario se veía el emblema
de las rosas y pistolas. De repente, apareció un anuncio parpadeante de luces
de neón. Se trataba del mismo logo, pero “deconstruido”, apareciendo por
partes. Surgieron flashazos de los cráneos estilo Appetite For Destruction que representaban a Axl, Slash y Duff.
Los espectadores estaban ya desesperados cuando
media hora después por fin aconteció ese momento en el cual se apagan todas las
luces y el corazón da un brinco. A pesar de la lluvia, miles de pantallas de
celular iluminaron el lugar con su luz blanca (pero aguas, que Duff sí regaña a
quienes se preocupan más por tomar fotos que por vivir el momento).
Sonó el tema de inicio de los Looney Tunes, o sea,
el espectáculo que vendría sería una locura, todo menos algo serio. Poco a poco
entre la oscuridad emergieron los ídolos de todos los presentes. Entre alaridos
y devil horns, Guns N’ Roses comenzó
con “It’s So Easy”.
Axl Rose, aún discapacitado debido al pie que se
rompió durante su show en Los Ángeles,
cantó sentado en un trono de guitarras (parecido al de Juego de Tronos, pero menos extravagante) prestado por Dave Grohl.
El estilo no se pierde ante nada. La efusividad provocada por Slash era
evidente. En cada solo, en cada momento que fue captado por las cámaras la
gente pegó el grito al nublado cielo.
Se trató de un concierto extenso: un repertorio de
25 canciones clásicas, no tan clásicas y covers.
Tuvo un tinte surreal ver a Duff McKagan y a Slash tocar “Chinese Democracy”,
tema homónimo de un álbum criticado por su casi eterno retraso y por la variada
e inestable alineación de la banda durante esa etapa. Fue sobrenatural
observarlos ahora ser parte de aquello tras años de drama.
Las canciones más coreadas fueron (sorpresa,
sorpresa) “Welcome to the Jungle”, “Sweet Child O’ Mine” y “Paradise City”. Las
voces de los fans causaban un sobrecogimiento increíble. Escuchar a 26,000
almas cantar al unísono es una experiencia poco común y emocionante.
Entre los covers
presentes en el setlist estuvieron “Live
and Let Die” de Wings, “New Rose” de The Damned y “The Seeker” de The Who, por
mencionar algunos. Y claro, “Knockin’ On Heaven’s Door” de Bob Dylan.
Referencias y homenajes a los artistas que de alguna forma han sido parte de la
tinta que escribe la historia de Guns N’ Roses.
“Mr. Brownstone”, “Estranged”, “Rocket
Queen”, “You Could Be Mine”, “My Michelle”, las emotivas “November Rain” y “Don’t
Cry”… Not in this lifetime es
una gira que incluye temas de todos los álbumes y para todas las emociones que
se busque provocar. La calidad y cantidad tuvieron palomita en su boleta de
calificaciones. Este equipo de nuevos/viejos compañeros estuvo bien integrado.
Las canciones sonaron como debían escucharse y tanto fans recientes como
veteranos disfrutaron de cantarlas y bailarlas sin reserva.
Axl no bailó
con sus característicos movimientos de serpiente debido a su lesión, pero el
estar sentado le permitió enfocarse en su voz y acalló a los escépticos que ya
no creían en su capacidad como frontman.
Se trató de un concierto bastante callado entre los músicos. Axl Rose fue el
único que habló, para presentar a los demás y para agradecerle al público en
reiteradas ocasiones – en español – sus aplausos y su presencia. Pero cabe
mencionar que entre la tríada no hubo interacción destacable.
“Paradise City”,
la melodía perfecta para terminar. Su alegría y explosiva locura final la
convierten en el broche de oro ideal. Con una pirotecnia espectacular en un
cielo vigilado por la luna en su punto más alto fue como concluyó la rockera y
húmeda velada. Pero sin duda los fuegos artificiales más impactantes fueron Axl
Rose, Duff McKagan y Slash cantando juntos los coros de “Paradise City”, y el
abrazo con el que le dieron las gracias a su público. Ahora sí que ningún
conflicto dura para siempre, tampoco la lluvia de noviembre. Perdón, de abril.
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