Erase una vez un patito negro al que le gustaban Sisters of Mercy y las camisas de terciopelo.
Siempre que el patito negro salía a la calle los
demás patitos reaccionaban a su apariencia. El asombro y la curiosidad de los
demás eran tan habituales para el patito que a veces ya ni los notaba tanto.
Pero no todas las respuestas pasaban desapercibidas, ni eran agradables.
En el transporte público a veces los patitos
normales no querían sentarse junto a él, otros dudaban aceptar su dinero para
pasárselo al chofer. Un par de patitas mayores habían llegado a persignarse al
verlo. Algunas mamás apartaban a sus bebés pato del camino del patito negro,
como si éste fuera a comérselos o algo parecido.
También cuando iba de compras lo trataban con
cautela. A su novia – quien también es una patita negra – las vendedoras de
maquillaje y joyería no la dejaban sola jamás, como asumiendo que de todos los
clientes en la tienda ella era la más propensa a robarse todo.
El patito negro comprendía el temor de los demás
patitos hacia lo desconocido, pero eso no quitaba lo molesto que podía ser que
lo prejuzgaran inmediatamente como alguien malo, alguien que no merecía ni
siquiera el beneficio de la duda. Sobre todo en la calle, donde todos eran
igual de desconocidos.
El patito negro espera que algún día en el futuro todos
los patitos vivan felices y en paz por siempre. Fin.
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Los mini cuentos del patito negro son parte de mi proyecto
anti-discriminación de personas alternativas. Si te interesa, da click aquí para ver el resto de los textos.
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