El otro día, cuando encendí el televisor, estaba uno de esos tantos
programas de cambio de look que
existen. Le dejé ahí porque me gustan la ropa, los zapatos y el maquillaje como
a tantos otros. No voy a mentir, sí hay algunas personas en el mundo a quienes
les vendría bien una asesoría de imagen. Pero para mí no es cuestión del estilo
que se elija como tal; quien se viste bien, se viste bien. Estoy totalmente de
acuerdo con romper las reglas estéticas, siempre y cuando se conozcan primero
para saber cómo adaptarlas.
Mi desacuerdo con el programa inició cuando
presentaron a la chica que propusieron para el cambio de imagen. Se trataba de
una mujer gótica con un poco de influencia punk,
usaba pantalones holgados con cadenas y playeras con cráneos. No se veía mal ni
indecente, pero su “amiga” la inscribió al show
porque ella creía que asustaba a la gente al vestirse así y que de esa manera
jamás conseguiría un hombre. ¿Qué?
Las transformaciones estéticas me resultan
interesantes cuando el transformado lo decide por su cuenta porque ya no se
siente cómodo con su apariencia. La gótica era feliz con cómo se veía y tal
cual expresó que, en efecto, le gustaba vestirse así porque no quería que
cualquiera se le acercara.
Más adelante en el episodio hicieron un
experimento en el cual varios desconocidos hablaron a ciegas con ella.
Posteriormente, le mostraban a los extraños algunos maniquíes vestidos con
diferente ropa para que trataran de adivinar con qué tipo de persona conversaron.
Nadie escogió el maniquí gótico porque ninguno imaginó que alguien tan
agradable y divertida como ella pudiera verse así. Otra vez, ¿qué?
He visto más episodios de ese mismo programa – y de
otros similares – en los que atacan de manera prejuiciosa a las mujeres
alternativas, alegando, por ejemplo, que usar botas arriba de la rodilla y con
agujetas es de rameras, o que ya deberían superar los ochentas por su bien, qué
pena que sus hijos deban verlas así. Incluso vi uno en el que un rockero veterano quería que su novia probara
su estilo para experimentar cómo se vería. La mujer estaba escéptica porque creía
que ese tipo de ropa – negra, de cuero, con estoperoles – se veía estúpida.
Si estas mujeres no están rompiendo ninguna norma
(digo, no salían a la calle desnudas ni fueron a funerales en bikini) y, lo más
importante de todo, son felices con cómo se ven ¿por qué deberían de cambiar? No
es noticia nueva que la sociedad busca “reintegrar a los alienados” (esto
asumiendo que estor programas son una herramienta para homogeneizar la
población, lo cual no sería tan descabellado). OK, está bien. Es importante ser
parte de la sociedad porque los seres humanos salimos adelante mediante la
colectividad, pero cómo decidas vestirte no es problema de nadie. El estilo que
portes no compromete tu capacidad de ser un miembro activo y valioso del mundo.
Estamos en el siglo XXI, ya deberíamos haberlo aprendido.
Una vez alguien me preguntó si valía la pena
soportar críticas y abusos de los demás con tal de verse diferente. Respondí
que sí, porque tengo mis razones para hacerlo y, más que nada, porque me hace
sentir cómoda y feliz. No aburriré a nadie con mi choro mareador de por qué me
gusta tener un estilo alternativo, y no viene al caso, porque cada quien tiene
sus motivos y de ellos no depende el problema en cuestión. No importa cómo te
veas ni por qué lo decidiste, si alguien no aprueba tu look, tú no deberías cambiar para darles gusto a los demás. Al contrario,
ellos son quienes deberían cambiar su cerrada perspectiva.
Y ojo. La discriminación visual no sólo se practica
en contra de la comunidad alternativa. ¿Cuántas mujeres no son criticadas diario
por no usar tacones, o maquillaje, o por no seguir la última tendencia en moda?
En otro programa, la pareja de una chica quería cambiar el estilo de ella porque
sus atuendos se veían demasiado relajados, como de universitaria. ¡Pues claro que
sí! Si la chica tenía veinti-tantos años.
No todos nos agradan y no le agradaremos a todo el
mundo. Si no te gusta cómo se viste alguien, está bien, pero recuerda que no está
mal que alguien decida verse diferente a ti. Así como tú estás en tu derecho de
odiar otros estilos, los demás están en su derecho de amarlos (y así como tú
puedes criticar la apariencia de una persona, es altamente probable que alguien
más te esté criticando a ti también).
Los gustos son subjetivos y nuestra apariencia física
es sólo una parte de quienes somos en realidad. Así que vistan y dejen vestir.
Totalmente de acuerdo, mucho de la culpa es "la cultura occidental" que va de la mano con la globalización, (y no hablemos de sus fans) aceptemoslo, este planeta por muy incluyente, o por muy "open mind" que se diga sigue temiendo a lo diferente, a lo nuevo, por que es incapaz de aceptarlo, y de aceptarse a sí mismo, nos encantan las etiquetas: alto, bajito, feo, guapo, a la moda, anticuado, etc.
ResponderEliminarEs más fácil juzgar, antes de siquiera pensar por qué son las cosas así, el día en que pensemos primero realmente en las personas y no en lo que usan, comen, o se ponen, ese día de verdad podremos darnos la oportunidad de conocer lo que hay de bajo de una etiqueta. El día en que respetemos, y que encontremos que las diferencias del otro pueden enseñarnos, y completarnos como personas, ese día tal vez el mundo sea un lugar diferente.
P.D. me encanto tu fondo jejeje
Exacto. Lo de poner etiquetas lo entiendo, porque clasificar es algo natural en el ser humano; pero como dices, juzgar sin pensar es más fácil y, lamentablemente, mucha gente tiende a irse por ese lado. También entiendo que la gente le tema a lo que es diferente, son cuestiones de instintos de supervivencia. Pero vamos, ya estamos hablando de gente racional, no de leones y antílopes, jaja.
Eliminar¡Muchas gracias por leerme, Marco! c:
Tristemente debo decir que seguimos viviendo en un mundo cavernario jejeje, saludos Pandora :D
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