La preponderancia de la belleza externa sobre el valor
interno ha sido una constante en la sociedad, sobretodo aplicada a la mujer.
Diversos factores la provocan: la predominancia del sistema patriarcal, las
tradiciones machistas, la supuesta concepción del sexo débil y la imagen del
ama de casa perfecta.
Se han buscado las causas que instauran
esta cosificación inconsciente en las mujeres desde pequeñas, y recientemente
los principales acusados son los cuentos de princesas – más que nada los de Disney – y los juguetes – más que nada
las muñecas Barbie –.
Se alude a la irreal figura de sus
cuerpos de incitar en las niñas el ideal de tener esa anatomía para ser como
sus ídolos. Pero, ¿es culpa de las caricaturas – cuya esencia es la representación deformada de la realidad
– o de que las niñas no hayan desarrollado la habilidad para diferenciar entre
lo fantasioso y lo real?
Es cierto que estos modelos a seguir
pueden causar fuertes desviaciones. Está el caso de la ucraniana Valeria
Lukyanova, una de las varias mujeres que se han sometido a numerosas cirugías
cosméticas para asemejarse lo más posible a Barbie.
Incluso este fenómeno ha llegado a los hombres, donde el estadounidense Justin
Jedlica también ha modificado su
exterior para asemejarse al novio de Barbie,
Ken. En casos menos extremos, hay
niñas que se convierten en adolescentes que ven el matrimonio como el “final” feliz
de sus vidas y que se tiñen el cabello de rubio porque es el estándar de
belleza que miran en las revistas (es un hecho sorprendente que en México,
siete de cada diez personas se pintan el cabello rubio [La Jornada / 5 de mayo de 2014]).
Crecer con películas de princesas
románticas y muñecas delgadas es de lo más común, por lo tanto, este no puede
ser el motivo principal del descontento de algunas mujeres con su cuerpo. Si
fuera tan inevitable para una niña diferenciar un juguete de plástico de su propio
cuerpo, entonces debería haber más casos de niños accidentados por creer que
ellos y el Superman que ven en la
televisión poseen las mismas habilidades.
En una entrevista a niños de segundo
grado de la escuela St. Edmund’s en Pittsburgh, Pennsylvania, se les presentó a
Lammily, la nueva “Barbie normal”, creada por Nickolay Lamm
con el objetivo de demostrar que el cuerpo de la mujer promedio es bello. Los
pequeños comentaron que la muñeca les recordaba a las mujeres de sus familias,
y reconocieron que su cuerpo era por mucho más parecido a uno real comparado
con el de Barbie, con la cual todas las niñas admitieron jugar.
Culpar a las muñecas o a las princesas por
el concepto erróneo que tienen algunas mujeres con respecto a su imagen es
querer atacar el problema de forma superficial. Es como culpar al refresco por
la obesidad; es muy fácil señalar a un tercero como la causa e ignorar la
responsabilidad que tenemos cada uno de nosotros con el problema.
La verdadera solución a largo plazo –
como siempre y en todo – es una educación integral fundamentada en valores. No
importa cuántos ni cuáles estereotipos existan en el mundo, cuando una niña es
formada para tener un criterio propio basado en el respeto hacia los demás y
hacia sí mismo, ni todas las Barbies
del mundo la harán sentirse menos hermosa.
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